Iglesia el la Casa

viernes, 11 de diciembre de 2015

Familias de la Iglesia

Malaquías 4:4-6 predice el plan familiar de Dios para Israel (y luego para la iglesia). Muestra lo que Dios esperaba de las familias israelitas – corazones que se reconcilian los unos con los otros. Este reconciliar del corazón en asuntos familiares establece un paralelo con el cambio de corazón del Nuevo Pacto en Jeremías 31, donde Dios dice que pondrá Su ley en nuestros corazones. Cuatrocientos años después, el ángel que se le apareció a Zacarías y anunció el nacimiento de Juan el Bautista citó Malaquías 4 para explicar el propósito y ministerio de Juan. En Lucas 1:13-17, el ángel describe a Juan como aquel “que hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios” y como aquel que venía “para reconciliar a los padres con sus hijos y a los desobedientes con la sabiduría de los justos - para preparar a un pueblo capacitado para al Señor.” El estilo y arreglo del ángel de estas dos descripciones las volvió corolarios. Él organizó todo alrededor del versículo 17ª, para que los hechos acerca del ministerio de Juan fueran obvios. Juan, como predecesor, predicó el mensaje de volverse al Señor, lo cual a su vez, traería como resultado el restaurar los corazones de los padres hacia los corazones de sus hijos.
Una de las obras buenas que acompañan a la salvación será un cambio en las actitudes y acciones familiares. El padre practicará de manera bíblica el ser cabeza de la familia; la madre será el apoyo sumiso que su esposo necesita mientras él se esfuerza en obedecer al Señor. Los hijos obedecerán a su padre y a su madre. La familia se amará los unos a otros, serán amables entre ellos y serán los mejores amigos entre sí. En resumen, la familia será el modelo de Dios como cabeza y del cristianismo en la tierra.
Los hijos no quedan fuera de esta ecuación. Nosotros no simplemente “hacemos lo mejor que podemos y esperamos que ellos resulten bien.” Vea nuevamente Lucas 1:17. El ángel solo citó parte de Malaquías 4:6. El sustituyó “la actitud del desobediente con la del justo” por “los corazones de los hijos hacia los padres.” Así el ángel nos dice lo que significa que “los corazones de los hijos se reconcilien con los de los padres.” El tornarse del corazón de los hijos (como lo expresa Malaquías) significa que obedecerán a sus padres (tal como lo expresa Lucas). Cuando la salvación alcanza de forma genuina a los padres, los hijos eventualmente cambiarán de ser desobedientes a ser justos. Sin embargo, este cambio no se da sin un gran esfuerzo por parte de los padres. Ellos lucharán por que sus hijos sean parecidos a Dios. Parte de ese “reconciliar” es arrepintiéndose de la manera mundana de educar a los hijos. Los padres que luchan por el ejemplo de Dios en sus hijos, serán recompensados con los corazones de sus hijos vueltos hacia ellos en obediencia.
Liderazgo de iglesia
Todo esto tiene un gran impacto en el liderazgo de la iglesia. Tanto el anciano como el diácono “deben gobernar bien su casa y hacer que sus hijos les obedezcan con el debido respeto” (1 Tim 3:4, 5, 12), y tener hijos que “sean creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia” (Tito 1:6). Tanto el matrimonio como los hijos son un requisito para ser un anciano. Pero ese requisito no es necesario para los apóstoles itinerantes – ya que ni Pablo ni Timoteo estaban casados, y tampoco eran llamados ancianos. Por otro lado, el apóstol Pedro estaba casado y se llama a sí mismo un anciano en 1 Pe. 5:1-3.
El anciano debe tener hijos cuyos corazones se hayan vuelto hacia sus padres. El anciano que está demasiado ocupado en sus propios asuntos o en los de la iglesia (por más “buenos” que sean) falla en entender la absoluta prioridad de criar a sus hijos de una forma que agrade a Dios. Hay indicadores que muestran que él mismo no se ha vuelto al Señor si su propio corazón no se ha vuelto al de sus hijos (Luc 1:13-17). ¿Quién más le ve las veinticuatro horas del día en lo mejor y lo peor? Si no él no vive su cristianismo delante de sus hijos, ¿quién es entonces para enseñárselo a otros?
Evangelismo
Talvez usted piense que con el énfasis anterior sobre los hijos, éstos deberían ser el objeto de los esfuerzos evangelísticos de la iglesia. Pero, ¿quiénes fueron el objeto del evangelismo de los apóstoles? El libro de los Hechos nos muestra que los apóstoles evangelizaron a las cabezas de los hogares, no a los hijos. Tanto Cornelio, Lida y el carcelero de Filipo, todos ellos llegaron a Cristo gracias al esfuerzo de los apóstoles. Asombrosamente, todos sus hogares se convirtieron junto con ellos. ¿Es esto solamente un fenómeno cultural de aquel siglo? No lo creo. Si enfocamos nuestro evangelismo hacia los padres (o hacia las madres solteras) alcanzaremos, de acuerdo con el ejemplo del Nuevo Testamente, a los hijos. El hombre cuyo corazón se rinde verdaderamente al Señor, se volverá a sus hijos y ellos también probablemente vengan a Cristo.
Disciplina en la iglesia
Los asuntos de familia se relacionan directamente con la disciplina en la iglesia. El hombre que sigue a Dios, disciplinará a sus hijos (Ef 6:4). Pedirá que sus hijos le rindan cuentas por sus acciones y les entrenará para que le obedezcan a él y a su esposa (vea Prv. 1:8; 2:1; 3:1; 4:1; 5:1; etc.).
Las iglesias modernas no disciplinan a los miembros desobedientes porque nos hemos olvidado de las razones y de los métodos bíblicos para disciplinar a nuestros propios hijos. En la medida en que hemos levantado generaciones de hijos sin disciplina bíblica, también hemos levantado a las mismas generaciones a que esperen que nadie les pida cuentas por sus acciones, menos de una iglesia cuyos únicos requerimientos hacia ellos son su dinero y algunas horas de su tiempo a la semana. Los niños que han sido criados esperando que aquellos a quienes tienen como autoridad les provean la disciplina necesaria, no se irán de la iglesia que busca disciplinarlos para su bien. De hecho, los hijos que han sido educados en la disciplina y en la instrucción del Señor, necesitarán muy poca disciplina eclesial siendo adultos. Nos sorprenderíamos de la transformación de nuestras iglesias (y de nuestra sociedad) en una sola generación, si nosotros disciplináramos a nuestros hijos para que respondan a la autoridad dada por Dios y a no rechazar la disciplina de sus padres (Prv 3:11, 12; y He. 12:5-6) y, más allá, la disciplina de la iglesia.
Reuniones de Iglesia
Estoy convencido que los niños de todas las edades deberían estar con sus padres en la reunión de iglesia en casa. Si valoramos Ef. 6:4, es el padre quien debe entrenar a sus hijos, no otro maestro adulto. El padre que enseña a sus hijos las cosas del Señor seis veces a la semana, no necesitará que alguien más lo haga los domingos. Un padre que también disciplina a sus hijos los tendrá bajo control. Su control permitirá a los niños estar con sus padres en las reuniones de iglesia en casa. Recuerde que no estamos entrenando a nuestros hijos para que continúen siendo niños, sino para que sean adultos. Ellos necesitan ver como se reúnen los adultos como iglesia y aprender al participar también. En nuestra iglesia, las familias se sientan juntas. Cuando es necesario, los padres corrigen a sus hijos en nuestras reuniones o los sacan a un lado para disciplinarlos, ¡lo cual es frecuente algunos domingos! Pero eso es parte de madurar como iglesia y como familias. Es algo que hemos enseñado y esperamos de nuestros padres y e hijos. Los niños pueden hacer mucho más de lo que a veces les pedimos. Si necesitan tomar una siesta, ellos se duermen en la falda de mamá o papá, o en la silla o en una de nuestras camas. Frecuentemente los niños juegan con juguetes silenciosos, leen o colorean (¡algunas veces en papel y algunas otras en el piso!). Es igual a una familia.
La forma de Dios para comunicar la verdad a la siguiente generación no ha cambiado. Dios quiere que la verdad sea enseñada y aprendida por los niños en un ambiente familiar. Ni la iglesia ni la sociedad tienen esta responsabilidad directa; sino los padres y madres. Mientras más pronto aprendamos esta lección en el cuerpo de Cristo, más pronto podremos hacer a un lado todas las formas mundanas de enseñanza y entrenamiento de niños y tener generaciones de hombres y mujeres santas en la iglesia, que puedan trastornar al mundo una vez más.
Ministerio cristiano
El concepto que tenía Pablo del ministerio se derivaba en parte de la vida familiar. Al ilustrar su propio ministerio apostólico a los Tesalonicenses en 1 Tes. 2:5-12 él pintó a una familia de Dios. Él usó como ejemplos a la madre que amamanta, y luego al padre. Como apóstol, Pablo hubiera podido ser pagado por su trabajo entre ellos mientras predicaba el evangelio y les enseñaba a discipular. Sin embargo, trabajó duro entre ellos de día y de noche para que no lo vieran como un avaro. Una madre que amamanta a sus hijos de día y de noche proveyó el ejemplo perfecto del servicio de Pablo. Sus lazos emocionales para con sus hijos la impulsaban en su ministerio de amor y devoción. Ella alimenta a sus hijos en contraste con el rol principal del hombre. Las mujeres deben ser las que nutren en el hogar y su énfasis en las relaciones le da ímpetu al ministerio de Pablo. El tierno cuidado de Pablo, y su disposición a sacrificar su tiempo y energía por el bien de ellos imitaba a la madre temerosa de Dios que cuida de sus hijos.
Por otro lado, Pablo también miró hacia el padre temeroso de Dios que estaba muy preocupado con la justicia de sus hijos y aparentemente, con su reputación. De manera convincente Pablo escribió que el padre, que dirige el desarrollo moral de los hijos, prueba ser el ejemplo perfecto del apóstol que exhorta, anima e implora a los nuevos cristianos en Tesalónica a que caminen de una manera digna de Dios. Esto nos regresa nuevamente a la responsabilidad del padre para con sus hijos; enseñarles justicia y entrenarlos a mantener ese nivel. Sin embargo, el padre que ama a sus hijos y que quiere la bendición de Dios sobre ellos, no impone el legalismo en su hogar. Eso genera rebelión. Los cristianos no se ganan el derecho de estar en la presencia de Dios, ni tampoco los mantienen, por las cosas que hacen. Esto significa que a través de la relación que tenemos con nuestros hijos, nosotros como padres debemos impulsar los más que se pueda el caminar obediente de nuestros hijos para con Dios. Pablo capitalizó sobre su observación de los hombres temerosos de Dios que se preocupaban a sí mismos por la conducta de sus hijos.
El padre pasivo educará hijos que serán por sí mismos pasivos y propensos a ser dominados por las mujeres. Sus hijas tenderán a ser dominantes en todas las áreas de la familia, la iglesia y la sociedad. La madre que no expresa sus emociones producirá hijos que no se pueden relacionar con las personas. Todo esto puede ser prevenido por medio de padres y madres involucrados, que se ocupan del bienestar de sus hijos y les enseñan los roles apropiados para el hombre y la mujer en la familia, la iglesia y la sociedad. Me parece que Pablo tomó las características sobresalientes de la madre y del padre, y las aplicó a su ministerio: los lazos emocionales que hacen que la madre se sacrifique y el deseo de hijos dignos de llevar el apellido familiar que causa un mayor involucramiento del padre. Nosotros debemos hacer lo mismo.
Conclusión
Una iglesia es una familia. Pablo la denomina la “el hogar de Dios,” y llama la salvación “adopción como hijos,” nos describe como “herederos,” le dice a Timoteo que “trate al anciano como a un padre,” llama a los cristianos “hermano” y “hermana,” y usa un nombre infantil para padre (abba), para dirigirse a nuestro Padre celestial. Todas estas descripciones apuntan hacia las relaciones que tenemos con Dios y los unos con los otros.
Una familia son personas relacionándose las unas con las otras. Las relaciones de iglesia, buenas y malas, abruman al lector del Nuevo Testamento si el busca por ellas. La buena iglesia nutre y edifica aquellas relaciones y no las sustituye por una lista interminable de actividades. Las personas desean relaciones saludables más que cualquier otra cosa. Sin embargo, los miembros de las iglesias en casas deben estar preparados para estar más cerca, muy cerca. Piense en esto como puerco espines juntándose para calentarse en el invierno. Mientras más cerca se encuentran, más sienten las púas. Cuando se alejan, se enfrían. ¡Es mejor sentir las púas!
El modelo de iglesia en casa refleja mejor a una familia porque se reúne donde viven las personas. La familia anfitriona de una reunión de iglesia y los miembros que asisten allá, se juntan formando una unidad. La atmósfera es real, y no irreal. La conversación no compite con el preludio del órgano, ni las relaciones con la ropa y los carros, ni la verdad con la hipocresía.
La iglesia que se reúne en una casa también contribuye mejor a la espiritualidad de la familia y capacita mejor al padre, como cabeza de familia, para buscar el bienestar de ella. Una iglesia en casa permite el tiempo libre para enseñar a la familia de uno lo que significa ser un cristiano en el reino de Cristo y de Dios. De hecho, no solo lo permite; sino que pone sobre el padre esa responsabilidad, porque no hay nadie más designado para hacerlo. No se puede delegar este trabajo a un maestro de Escuela Dominical, líder de estudio bíblico, líder de jóvenes o a un ministro – no existe ninguno de ellos en una iglesia en casa. La enseñanza semanal no sustituye a la enseñanza paterna, sino que la complementa.

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