Iglesia el la Casa

sábado, 26 de diciembre de 2015

El Sacerdocio de Todos los Creyentes

Recientemente vi un programa de TV en el cual un ministro protestante pedía a sus oyentes que le enviaran peticiones de oración. Quedaba implícito que él, como ministro, estaba más cerca de Dios que el común de los cristianos y por ello Dios le escucharía y le otorgaría sus peticiones. ¡Este hombre protestante estaba ofreciendo actuar como un papa para aquellos que le escribieran! Estoy seguro de que también esperaba ofrendas proporcionales a las solicitudes. Hace pocos años fuí invitado por un autoproclamado "apóstol" carismático a ponerme bajo su supervisión, su cuidado. Lo decliné no muy graciosamente. También estoy seguro de que él esperaba obtener algún dinero por su "apostólico" servicio!
Los católico-romanos tienen un solo Papa, pero los protestantes tienen muchos. La doctrina bíblica del sacerdocio de todos los creyentes es negada no sólo por los católicos, sino también por muchos protestantes. Esta postura se basa en la suposición de que los creyentes en Cristo comunes y corrientes no son lo suficientemente buenos como para tener acceso a Dios y necesitan entonces de un intermediario que cuide de ellos por una justa retribución monetaria. Como mencioné arriba, el papismo evangélico produce hoy tanto dinero como en la Edad Media lo hacía la venta de indulgencias. En la medida en que escasee la prédica expositoria de la palabra de Dios, este papismo seguirá prosperando en el fértil terreno de la ignorancia evangélica.

TODOS SOMOS SACERDOTES

La doctrina del sacerdocio de todos los creyentes se opone a la nada bíblica doctrina del sacerdotalismo y a la existencia de una clase sacerdotal al estilo brahmánico dentro de la Iglesia. Cuando Martín Lutero clavó sus 95 Tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo de Wittemberg, el 31 de Octubre de l517, declaraba la guerra a la idea de que la salvación se obtenía a través del sacerdocio por medio de los sacramentos. Sus tesis eran antisacerdotalistas 1 y hablaban contra la teología de una vida sobrenatural creada ex opere operato a través del bautismo, que crece por la confirmación, es nutrida con la Misa y sanada de toda enfermedad por la penitencia y la extremaunción. Lutero rechazó la idea de que por medio de los sacramentos un sacerdote pudiera controlar la vida de un individuo desde aquí y en el más allá.
Como un león, Lutero rugió contra la pretensión y tiranía de la clase sacerdotal, especialmente en las tesis 36 y 37: "Cada cristiano verdaderamente contrito tiene plena remisión de castigo y culpa atribuible a él, aún sin cartas de perdón. Cada verdadero cristiano, ya sea vivo o muerto, tiene participación dada por Dios en todos los beneficios de Cristo y de la Iglesia, aún sin cartas de perdón…" 2 Lutero insistió en que cada uno que confía, que cree en Jesucristo, es un sacerdote. 3 Escribió que esperaba el día "en que recobraríamos la libertad gozosa al comprender que todos somos iguales en todo derecho, y nos sacudiríamos el yugo de la tiranía, y sabríamos que aquel que es cristiano, tiene a Cristo; y el que tiene a Cristo tiene todas las cosas que son de Cristo, y puede hacer todas las cosas." 4
Después que Lutero se hubo convencido de que las Escrituras son la única autoridad para un cristiano, llegó a la necesaria y definitiva conclusión de que todos los que creemos en Cristo somos sacerdotes. Mientras estudiaba la Biblia, especialmente la Epístola de Pablo a los Romanos, descubrió que en y a través de Jesucristo, un creyente posee la justicia de Dios y por lo tanto el inmediato acceso a Dios sin la mediación de un arrogante sacerdocio. Así, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes es consecuencia de la doctrina de la justificación únicamente por medio de la gracia y solamente a través de la fe. Aquellos que están revestidos de la perfecta justicia de Dios son bienvenidos a la presencia de Dios. Ningún cristiano necesita un pontífice, un "puente" -lat. pontifex = pontis, puente + facere, hacer)- porque sólo Jesucristo es el camino al Padre. La diferencia entre el sacerdotalismo y la teología de la Reforma queda clara en la respuesta a la pregunta: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" La Iglesia Romana contestaría: "Mire al sacerdocio y a la Iglesia"; pero la Biblia dice: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo" (Hechos 16:31).
Juan Calvino escribió: "Cristo... una vez por todas ofreció un sacrificio de eterna expiación y reconciliación y ahora, habiendo también entrado al santuario de los cielos, intercede por nosotros. En Él todos somos sacerdotes (Apocalipsis 1:6; cf. 1 P 2:9), pero para ofrecer alabanzas y acciones de gracias, en una palabra, para ofrecernos a nosotros mismos y lo nuestro a Dios. Fue oficio sólo de Él aplacar a Dios y expiar nuestros pecados por su ofrenda." 5
El sacrificio de la muerte de Jesucristo anuló el sacerdocio aarónico, como leemos en la Epístola a los Hebreos. No hay necesidad de continuar ofreciendo sacrificios literalmente expiatorios. Como perfecto Hijo de Dios y Sumo Sacerdote, Jesús estableció un nuevo pacto (Hebreos 9:15-22) con mejores promesas (Heb. 8:6) cuando se ofreció a sí mismo (Heb. 7:27) como la perfecta víctima una vez por todas (Heb. 7:27) como nuestro substituto (Heb. 7:27) y rescate (Heb. 9:15). Por su muerte Él llevó nuestros pecados (Heb. 9:28), nos hizo perfectos (Heb. 10:14), obtuvo para nosotros eterna redención (Heb. 9:12), abrió un camino nuevo y vivo en y a través de Él al trono de gracia del Padre, y se sentó a la diestra de Dios (Heb. 10:12). E invita ahora a todo creyente con limpia conciencia (Heb. 9:14) a entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús (Heb. l0:19) para ofrecer continuamente sacrificios espirituales (Heb. 13:15, 16) como sacerdotes en Cristo.
Las 95 Tesis estaban dirigidas a la destrucción misma del sacerdocio católico-romano que se interponía entre los creyentes y su Dios. De este sacerdocio escribió Calvino: "Es la más perversa infamia e intolerable blasfemia contra Cristo y el sacrificio que Él hizo por nosotros muriendo en la cruz, que cualquiera suponga que por repetición de la oblación (sacrificio) obtiene perdón de los pecados, aplaca a Dios y adquiere justicia." 6 Calvino reconoció que en el rol sacerdotal de Cristo cada creyente en Él es recibido por el Padre como su compañero en este gran oficio (Ap. 1:6): "Porque nosotros, quienes estamos corrompidos en nosotros mismos, aún somos sacerdotes en Él, nos ofrecemos a nosotros mismos y todo lo nuestro a Dios, y libremente entramos al santuario celestial; que los sacrificios de oraciones y alabanzas que traemos, pueden ser aceptables y de olor grato delante de Dios." 7
En el único mediador entre Dios y el hombre, el hombre Cristo Jesús, los cristianos vienen inmediata y directamente a Dios. No tienen más necesidad de ningún sacerdote humano y falible, ya sea católico-romano o evangélico. En Cristo ellos han sido liberados de toda esclavitud, obteniendo la dignidad de un sacerdocio real. Como elegidos de Dios, los creyentes han renacido (han nacido de nuevo) para una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo (1 P. 1:3, 23). Como piedras vivas que confían en la piedra viva fundamental, Jesucristo, son edificados en un nuevo templo espiritual.
Los creyentes son un sacerdocio santo que, como sacerdotes, ofrece sacrificios espirituales (1 P 2:5). Son un real sacerdocio (1 P. 2:9) e hijos de Dios (1 P. 1:3, 23; Gal. 3:26) por medio de la fe en Cristo Jesús. Son todos reyes, sacerdotes y profetas en Cristo (1 P. 2:9). No hay diferencia entre creyentes, como Pablo escribe: "Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois de Cristo, ciertamente sois descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa." (Gal 3:28, 29).
El sacrificio de Jesucristo, el Sumo Sacerdote, ha resultado en el perdón de todos nuestros pecados y en la imputación a nosotros de la perfecta justicia de Dios. Revestidos con el manto de la justicia de Cristo, cada creyente-sacerdote viene a Dios (Heb 12:22, 23) junto con otros a ofrecer sacrificios, aunque no sacrificios expiatorios, literalmente sangrientos, sino diferentes sacificios espirituales. Como dijo Calvino: "[Cristo] es nuestro Pontífice... [y] el altar sobre el cual colocamos nuestras ofrendas." 8 Sólo Él es el Pontifex Maximus. Él es el único Mediador (1Tim 2:5). Solamente Él es la Cabeza de la Iglesia (Col 1:18). Sólo Él es Dios (Col. 2:9). Sólo Él es Rey (Ef. 1:22, 23).

EL ESTABLECIMIENTO DEL SACERDOTALISMO

Encontramos la doctrina bíblica del sacerdocio de todos los creyentes a través de las Escrituras (Ex. 19:6; Oseas 14:2; Salmos 50:23; 51:17-19; 141:2; 1 P. 2:5-9; Heb.13:10-16) y sabemos que era practicada por la iglesia primitiva. Como escribe el Dr. Laird Harris. "En el primer siglo, la cristiandad no tenía sacerdotes. El Nuevo Testamento en ningún lugar usa esta palabra para describir a un líder en el servicio cristiano." 9
Pero esta doctrina gloriosa fue gradualmente reemplazada por el sacerdotalismo, comenzando en el tercer siglo, especialmente por parte de Cipriano, Obispo de Cartago (258 d.C.). Cipriano trató "todos los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a los privilegios, sanciones, deberes y responsabilidades del sacerdocio aarónico, como aplicables a los oficiales de la Iglesia Cristiana." 10 Él se equivocó completamente en su interpretación de la tesis central de la Epístola a los Hebreos. Fue ciego al hecho de que "el único Sumo Sacerdote bajo el Evangelio reconocido por las Escrituras apostólicas es nuestro Señor mismo" 11 y no un solitario obispo de la Iglesia.
Los teólogos católico-romanos justificaron el sacerdotalismo diciendo que Jesús le había dado las llaves del reino a Pedro, la roca sobre la cual Jesucristo construiría su Iglesia. Pedro fué el primer Papa de Roma, y así el Papa de Roma, por sucesión, tiene el poder de las llaves del reino para atar y desatar, condenar y salvar. La salvación está depositada en el sacerdocio romano y es dispensada a través de los sacramentos. Los sacramentos son efectivos ex opere operato, lo que significa que la condición subjetiva del sacerdote, o del recipiente, no importan. La Iglesia Católica enseña que no hay salvación fuera de la función mediadora del sacerdocio, y ninguna persona puede aproximarse al Padre con confianza sólo por gracia, por medio de la fe en Jesucristo!

¿QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA?

El Nuevo Testamento claramente enseña que la Iglesia no está edificada sobre Pedro sino sobre el fundamento de Jesucristo. Como una piedra viva, Pedro vino a Jesucristo, la piedra viva fundamental, para ser edificado junto con otros en un nuevo templo espiritual (1P. 2:6-8). Pedro, ciertamente, no interpretó las palabras de Jesucristo en Mateo 16 como significando que Jesucristo construiría su Iglesia sobre sí. Si hubiera pensado eso, por cierto lo habría dicho así en su primera epístola. Lo que él escribió es que Jesucristo mismo es la piedra, así como la roca fundamental, la petra (1 Ped. 2:8; Mat. 16:18; Hechos 4:11); y más tarde se refirió a sí mismo como un anciano junto con los demás (1 Ped. 5:1-3), no como un Papa. Estoy seguro de que Pedro también se dió cuenta, cuando Jesús habló sobre las llaves, de que Él se las estaba dando a todos los apóstoles, no sólo a él (Mat. 16:18; 18:18).
Pablo comprendió también que Jesús era la roca fundamental, "la piedra angular" de la Iglesia (1ª Corintios 10:4; 3:11; Ef. 2:20). Jesucristo se identificó como esa roca a sí mismo (Mat.16:18; 21:42). ¿Ha enseñado alguna vez algún apóstol que "la vida del alma era creada, nutrida, perfeccionada por medio de la gracia sacramental de la cual el sacerdote es el único suministrador... [y que] las llaves del cielo y del infierno estaban en el cinto del sacerdote?" 12 No. El ministerio de los apóstoles consistió en predicar el Evangelio requiriendo de los pecadores sólo que se arrepintieran y creyeran en el Señor Jesucristo para ser salvos.
Un cristiano mira sólo a Jesús como sacerdote (mediador). El Catolicismo romano enseña que "los sacerdotes romanos son mediadores porque... el pecador no puede por sí mismo acercarse a Dios por medio de Cristo y obtener perdón y gracia; pero puede asegurar esas bendiciones sólo a través de sus intervenciones." 13 La Reforma destruyó esas pretensiones del sacerdocio y liberó a los creyentes de la tiranía y la inseguridad del concepto católico-romano de la salvación.

CADA CREYENTE ES UN SERVIDOR

Como un sacerdote, cada cristiano tiene algo para ofrecer a Dios. En su comentario de Hebreos, F. F. Bruce dice: "El cristianismo es sacrificio en todo sentido; está fundado sobre la única ofrenda de sí mismo de Cristo; y las ofrendas de alabanzas y posesiones de su pueblo, su servicio y sus vidas, son traídas a la perfección de Su sacrificio y aceptadas en Él." 14
Los ministros del Evangelio son dones de Dios a la Iglesia. No existen para dominar al pueblo de Dios (1 P. 5:3) sino para equiparlo a través de la predicación del Evangelio "para obras de servicio" (Ef. 4:11,12). Para Lutero todos los clérigos eran ministros y siervos del pueblo de Dios. Para él, un obispo o un sacerdote que no predicaba el Evangelio era "una plaga de la Iglesia..., un lobo en ropaje de oveja." 15
A cada creyente la gracia le es dada para servir a Dios. Nosotros "tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe" (Rom. 12:6). "Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo." (1 Cor. 12:7). "Sin embargo, a cada uno de nosotros le ha sido conferida la gracia conforme a la medida de la dádiva de Cristo." (Ef. 4:7). "Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios." (1 P. 4:10).
El ministerio de la Iglesia no es un ministerio unipersonal. A cada uno le es dada gracia, cada uno es un sacerdote y cada uno debe servir a Dios como sacerdote junto con todos los demás. Una congregación del Nuevo Testamento es como una orquesta, en la cual todos participan en el sevicio a Dios "decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40). Aún en las iglesias más evangélicas hay confusión y los creyentes no son animados a ejercitar sus dones espirituales para la edificación de la Iglesia. En muchas iglesias los miembros, en su mayoría, funcionan meramente como espectadores.

APLICACIÓN PRÁCTICA

En el Grace Valley Christian Center los ancianos preparan al pueblo de Dios para varias clases de ministerios. La nuestra es una Iglesia Reformada que cree en todos los "solas": sola scriptura, solus Christus, sola gratia, sola fide, soli Deo gloria. También estamos de acuerdo completamente con la declaración de Rousas J. Rushdoony: "El propósito de la Iglesia no debería ser traer hombres a la sujeción a ella, sino, más bien, entrenarlos en un real sacerdocio capaz de traer el mundo a la sujeción a Cristo, el Rey... La iglesia, en general, ha sostenido sólo de palabra el sacerdocio de todos los creyentes porque su jerarquía desconfió siempre de las implicancias de esta doctrina y, además, ha visto a la Iglesia como un fin en sí misma, no como un instrumento." 16
Nosotros creemos que las Iglesias Reformadas deberían promover un ministerio de cada creyente basado en la medida de los dones de gracia otorgados a todos los hijos de Dios (Ef. 4:7). La debilidad de las iglesias modernas puede ser atribuída en gran medida a no prestar la debida atención a esta doctrina de la Reforma. Es ya hora de que prediquemos ésto liberando así las energías espirituales del pueblo de Dios en orden a una mayor y auténtica productividad espiritual para la gloria de Dios. No sólo debemos creer en doctrinas ortodoxas sino también practicarlas, como lo hicieron los puritanos.
Nuestra iglesia no tiene distinción clero-laical. Todos son sacerdotes de Dios, y casi todos están comprometidos en algún aspecto de la obra de la Iglesia sin paga. Recientemente observé a uno de nuestros miembros, un profesor universitario, trabajando en la iglesia. ¿Qué hacía este hombre instruído? Lavaba ventanas con gran gozo. Hay tal amor a Dios aquí que los miembros entregan sus vidas sacrificialmente para los demás. Así practican espontáneamente, sin coacción o compulsión alguna, día a día, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes.
Debo alertar en el sentido de que esta doctrina no debe ser practicada de modo independiente e indisciplinado. El sacerdocio de todos los creyentes debe practicarse en el contexto de una iglesia, para beneficio de sus miembros y, a través de esa iglesia, para beneficio del mundo exterior.

¿CUÁLES SON NUESTROS SACRIFICIOS?

Como sacerdotes, los creyentes del Nuevo Testamento ofrecen sacrificios espirituales a Dios a través de Jesús, su Sumo Sacerdote. ¿Cuáles son algunos de estos sacrificios?
1. La propia consagración (Rom. 12:1ss.; 6:13; 2 Cor. 8:5; Sal. 51:17). ¡Nosotros no nos pertenecemos! Por lo tanto nos ofrecemos nosotros mismos para el servicio a Dios en completa rendición de cuerpo y alma. "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh Dios." (Sal. 51:17). Nosotros debemos pensar los pensamientos de Dios, hacer la voluntad de Dios y sentir de la forma en que Dios desea que sintamos.
2. Completa obediencia (Sal. 40:6-8; 1 Sam. 15:22). La herejía evangélica moderna que dice que uno puede ser cristiano recibiendo a Jesucristo como Salvador, pero no como Señor, es incompalible con la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes. La obediencia a Jesús es la prueba de nuestra salvación y la llave de nuestra seguridad. La obediencia prueba nuestro amor a Dios. Jesús dijo: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos." (Juan 14:15). Leemos de este sacrificio de obediencia en el Salmo 40:6-8: "El sacrificio y la ofrenda no te agradan; Tú has abierto mis oídos. Holocaustos y sacrificios por el pecado no has pedido. Entonces dije: -He aquí, Yo vengo. En el rollo de pergamino está escrito acerca de mí: ‘El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me ha agradado; y tu ley está en medio de mi corazón.'" Y en 1 Samuel 15:22: "¿Se complace tanto el Señor en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra del Señor sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros." Jonathan Edwards escribió: "Los cristianos, al ofrendar obediencia a Dios en sus vidas y conversaciones, hacen lo que el apóstol llama ‘ofrendar sus cuerpos en sacrificio vivo'..." 17
3. Alabanza (Heb. 13:15; Oseas 14:2; Sal. 107:22) Debemos alabar a Dios continuamente por nuestra salvación en Jesucristo. Lo hacemos así al cantar himnos bíblicos, confesando nuestros pecados y testificando a la gloria de Dios.
4. Oración (Sal. 141:2). Como sacerdotes ofrecemos a Dios nuestras oraciones como incienso para que puedan ser aceptables a Él.
5. Posesiones (Heb. 13:16; 6:10; 2 Cor. 9:13; Mat. 25:37-40; Gal. 6:10). Aquellos que ofrecen sacrificios de alabanza a Dios en palabras, deben también compartir sus bienes materiales con los necesitados, especialmente aquellos de la familia de la fe. Sin sacrificio material, la mera alabanza es falsa (vea Hechos 4:32-37). Hebreos 13:16 dice: "No os olvidéis de hacer el bien y de compartir lo que tenéis, porque tales sacrificios agradan a Dios." Los sacrificios deben ser en hechos así como en palabras.
6. Sostenimiento ministerial y misionero (Fil. 4:14-19). La iglesia filipense compartía sus bienes materiales con su ministro y misionero, Pablo. Sus ofrendas eran "una fragante ofrenda [a Dios], un sacrificio aceptable, agradable a Dios." Si los cristianos son fieles en este servicio sacrificial, los ministros estarán bien sostenidos y la empresa misionera florecerá.
7. Testimonio (1 P 2:9; Is. 43:21). Nosotros somos un real sacerdocio con un propósito: proclamar las alabanzas de aquél que nos llamó de las tinieblas del paganismo a la luz admirable del Evangelio. Como la luz del mundo, estamos para declarar el Evangelio de Dios no sólo en la iglesia, sino al mundo.
8. Vida familiar (Deut. 6:4-9). Debemos actuar como sacerdotes del Señor en nuestros hogares, enseñando la ley de Dios y requiriendo obediencia a ella. Si no descuidamos el altar familiar, nuestras iglesias serán saludables.
9. Trabajo (1 Cor. 10:31; Col. 3:23-24). Como sacerdotes, hacemos todo para la gloria de Dios. No hay una bifurcación o desdoblamiento entre adoración y vocación. Lutero dijo: "Si una persona fue justificada por la fe en Cristo, entonces... cualquier trabajo suyo es trabajo de Dios, sea que esté arando el campo, moliendo los granos, barriendo la casa u ocupándose de los hijos." 18 Debemos laborar para complacer a una Autoridad más alta que nuestro jefe inmediato. La práctica de este aspecto del sacerdocio de todos los creyentes inevitablemente resulta en excelencia en el trabajo, mayor productividad, e incremento en la capacidad financiera.
10. Muerte (2 Tim. 4:6; Fil. 2:17). Vivimos y morimos como sacerdotes del Señor. Oh, que muramos orando "¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!".
¿Cómo podemos ofrecer estos sacrificios? En el poder del Espíritu Santo (Ef. 3:7, 20; Fil. 4:13; Col. 1:29). Su gran, su poderosa energía trabaja en nosotros y nos capacita para servir a Dios aceptablemente. ¿Cómo nos apropiamos de Su poder? Por fe. En el contexto de la negación de nosotros mismos y el confiar plenamente en el Otro, el poder de Dios es liberado para que lo usemos en vivir la totalidad de nuestras vidas, en todas las áreas, como sacerdotes reales ante Dios.

RESUMEN

En Cristo, todo cristiano es un hijo de Dios. Revestido con la justicia de Cristo, un cristiano viene a Dios Padre directamente. Como sacerdote real, sirve a Dios en gratitud por la salvación de toda su vida. Siendo ungido por el Espíritu Santo en el Ungido (Jesucristo), funciona como profeta, sacerdote y rey. Un cristiano está libre de la tiranía y yugo de papas y sacerdotes mediadores. Reconoce únicamente a Jesucristo como su Mediador y Sumo Sacerdote cuyo solo sacrificio lo ha conducido a la presencia de Dios. El sacrificio de servicio a Dios resulta de la iluminación de la Escritura, es fortalecido por el Espíritu Santo, y se lleva a cabo en el contexto de la Iglesia de Cristo. Tal es el gran ministerio de todo creyente. Como un sacerdocio real, entonces, vivamos y muramos en la presencia de Dios (coram Deo)!
Bibliografía
1 Benjamin Breckinridge Warfield, Studies in Theology, Vol. 9 (Grand Rapids: Baker Book House, 1981), 485.
2 Ibid., 487-8.
3 Luther's Primary Works , ed. Henry Wace and C. A. Bucheim (London: Hodder and Stoughton, 1896), 399.
4 Ibid., 401.
5 Calvin: Institutes of the Christian Religion, Vol. 2, ed. John T. McNeill, trans. and index. Ford Lewis Battles (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), 1476.
6 Ibid., 1442.
7 Calvin: Institutes of the Christian Religion , Vol. 1, ed. John T. McNeill, trans. and index. Ford Lewis Battles (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), 502.
8 Calvin: Institutes of the Christian Religion , Vol. 2, ed. John T. McNeill, trans. and index. Ford Lewis Battles (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), 1445.
9 Loraine Boettner, Roman Catholicism (Phillipsburg, NJ: The Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1962), 50.
10 J. B. Lightfoot, St. Paul's Epistle to the Philippians (Lynn, Mass.: Hendrickson, 1981), 258.
11 Ibid., 263-4.
12 James Atkinson in Service in Christ , ed. James I. McCord and T.H.L. Parker (Grand Rapids: Eerdmans, 1966), 82.
13 Charles Hodge, Systematic Theology , Vol. 2 (London: James Clarke & Co., Ltd., 1960), 467.
14 F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews , The New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1964), 407.
15 James Atkinson in Service in Christ , ed. James I. McCord and T.H.L. Parker (Grand Rapids: Eerdmans, 1966), 83.
16 Rousas John Rushdoony, The Institutes of Biblical Law (Phillipsburg, NJ: The Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1977), 764.
17 Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards , Vol. 2 (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1986), 943.
18 James Atkinson in Service in Christ , ed. James I. McCord and T.H.L. Parker (Grand Rapids: Eerdmans, 1966), 84.

Copyright © 1996, P. G. Mathew
P. G. Mathew | Saturday, August 17, 1996
Copyright © 1996, P. G. Mathew
Language [English | Japanese]
Traducción del Dr. Francisco Saforcada. Las citas bíblicas se han llevado al español conforme a la RVA 1989

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